En fin, que el sábado por la mañana salimos temprano hacia Naha, pasamos el día visitando los lugares más típicos y yo me volví a Tokio por la noche.
Naha es una ciudad bastante fea, llena de edificios apiñados sin ningún criterio estético. En realidad las ciudades japonesas no son bonitas en general, pero Naha es especialmente fea. Claro que si tenemos en cuenta que el 90% de sus edificios fueron destruidos en la Guerra Mundial, la cosa se hace más comprensible. En cualquier caso, veréis que también tiene sitios preciosos, pequeñas islas en el conjunto (feo) de la ciudad.
Naha es la capital de la Prefectura de Okinawa , y esta situada al sur de la isla principal, en la que como en las otras islas, abundan las preciosas playas de arena blanca y aguas turquesas. En cualquier caso, las playas de Naha no son especialmente dignas de mención, aunque en un ratito en barco estas en las Keramas, un precioso archipiélago de pequeñas islitas paradisíacas, donde estuve buceando en la anterior ocasión, justo frente a la costa de Naha.
El mayor atractivo de la ciudad, a parte de los vestigios de la cultura Ryukyu, claro, es el SHOPPING desbocado.
Por un lado, la calle principal de Naha, Kokusai Dori, con cientos de tiendas de omiyages (souvenirs), ropa y marcas, todas las del mundo mundial. Por otro lado, un Outlet Mall, duty free, donde los Louis Vuittons, Chaneles, Guchis y Pradas causan sensación.
Otro de los “atractivos” de la capital es la base militar americana. Okinawa fue protagonista de una de las mas sangrientas batallas de la Segunda Guerra Mundial, (como se plasma en las dos ultimas películas de Clint Eastwood : Las Banderas de nuestros Padres y Cartas desde Iwo Jima), y desde el final de la guerra hasta 1972 permaneció bajo administración americana. Actualmente los EEUU aun mantienen varias bases y miles de soldados en la isla principal… La Batalla de Okinawa diezmó la población de las islas, no solo durante los combates, si no durante los años posteriores, en los que miles y miles de nativos murieron de hambre, especialmente en las islas más pequeñas. Una abuelita superviviente nos contó la historia de su familia, que se fue de Ishigaki cuando ella era muy pequeña, “se morían todos porque no había nada de comer” nos contaba mientras esperábamos al autobús… En cuanto a los americanos, un tercio de todos los marines que murieron en la Segunda Guerra Mundial, lo hicieron en Okinawa.
En cualquier caso, nosotras empezamos la visita por Shikinaen , los antiguos jardines reales, lugar de asueto y esparcimiento donde los monarcas Ryukyu entretenían a sus visitantes y departían con los embajadores chinos.
Okinawa forma parte de Japón desde tiempos muy recientes, solo desde 1879. Durante siglos fue un floreciente reino independiente, gobernado por los Ryukyu y tributario de China, cuya cultura tuvo indudable influencia en las islas.
La herencia Ryukyu es palpable en toda la isla, en las construcciones rurales principalmente, y en especial en el castillo Shurijo, en Naha, tan diferente al resto de los castillos japoneses.
Y así, con los recuerdos recientes de las fantásticas playas de Ishigaki, la selva de Iriomote, las cercas de piedra de Taketomi y los dragones de Shurijo en Naha, terminaron mis vacaciones de primavera, tras las que me hago el firme propósito de volver a visitar estas islas mas pronto que tarde.
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