23 de marzo de 2008

CRUZANDO IRIOMOTE. OKINAWA (2)

Pese a la inquietante llovizna nocturna, el día amaneció bastante clara, con destellos de sol entre tímidas nubes blancas, que nos levantaron el ánimo ya desde buena mañana.
El estar en una isla “semi salvaje” (comparada con el estándar nipón, claro) tiene sus ventajas e inconvenientes, entre ellos, lo limitado del transporte, así que no teníamos autobús para llegar a Urauchiguchi a tiempo de coger el primer barco, que salía a las 8.30.
Nos habían comentado que es muy fácil hacer autostop en la isla, así que después de un suculento desayuno, nos acercamos a la carretera a intentar que algún alma caritativa nos acercase a nuestro destino. Nos costo mas de la cuenta conseguirlo, pero al final llegamos al embarcadero a las 8.20, aunque por alguna razón inexplicable, el barco ya había zarpado sin nosotras, puede que en un ultimo intento de hacernos desistir de nuestra idea, aunque también fue en vano, porque simplemente nos esperamos al siguiente barco, que salía a las 9. Eso si, un poco fastidiadas por el hecho de perder media hora bastante preciosa, de cara a finalizar la travesía antes de la puesta de sol en el otro extremo de la isla.


El punto inicial de la ruta esta al noroeste de la isla, cerca de Uehara que podéis ver en el mapita , y atraviesa la isla hacia el sureste, terminando en Otomi, junto a Ohara, también visible en el mapa.


Desde la desembocadura del Urauchi (Urauchiguchi) seguimos el curso del río aguas arriba, dejando espesos manglares a nuestro paso.

Los meandros del Urauchi nos descubrían preciosos paisajes a la vuelta de cada curva, con exuberante vegetación y pequeñas playas fluviales para deleite de nuestras cámaras.





También las montañas que veíamos frente a nosotras nos resultaban fascinantes, envueltas en una espesa bruma que las hacia aun mas atractivas para nuestra excursión a través de la isla.
Tras media hora de viaje y unas 100 fotos de manglares, llegamos al embarcadero que ponía fin a la excursión acuática y significaba el inicio de la aventura. Todos los pasajeros nos bajamos allí, porque el inicio de la ruta, hasta la catarata Mariyudu es un destino típico para los excursionistas en Iriomote. En esta zona, el camino es muy sencillo, bastante llano y accesible para cualquiera.


En media hora se llega a la primera cascada, y en otros 10 minutos estas en la segunda.



En este punto, preguntamos a unos chicos japoneses por la entrada a la ruta de la jungla, que sale desde la catarata, y nuevamente nos recomendaron no seguir, por lo peligroso de la empresa, especialmente considerando que no llevábamos tiendas de campaña para pasar la noche.

La historia es, que una vez que estas en mitad de la ruta, ya no tienes vuelta atrás, porque si ves que no te va a dar tiempo a salir de la selva antes de que anochezca, ya no puedes desandar lo andado y volver al embarcadero, porque el ultimo barco de vuelta sale a las 16.00, así que si no estas allí a esa hora, te quedas aislado frente al embarcadero hasta la mañana siguiente. Alguna gente, lleva tiendas de campaña para acampar a mitad de la travesía y continuar por la mañana camino a Otomi.
En el extremo Este, la situación es parecida, puesto que el ultimo bus sale de Otomi a las 16:30 y también es prácticamente imposible llegar a tiempo aunque empieces con el primer barco, pero lo bueno es que una vez en Otomi, estas en un pueblo, puedes pasar la noche bajo techo, o volver a tu alojamiento en taxi, como planeábamos hacer nosotras.

La ruta tiene dos partes diferenciadas: la primera, es la ruta selvática propiamente dicha, 11.4 kilómetros desde el embarcadero hasta Otomi-guchi. A partir de ahí, la selva se acaba y empieza un camino forestal de 5.9 Km seguido de 1.5 Km de carretera hasta la parada de bus de Otomi.

Nuestro plan era alcanzar el camino forestal antes de las 19.30, cuando empieza a oscurecer, y, dependiendo del estado de fuerza, continuar andando hasta la parada del bus y llamar desde allí a un taxi, o llamarle antes para que nos recogiera en Otomi guchi.

Así que a ello nos dispusimos con todo nuestro empuje, acompañadas en los primeros metros por los chicos de la catarata, que nos enseñaron la entrada a la ruta mientras nos repetían sin cesar: “本当に、やめたほがいい!!” (“De verdad, es mejor que desistáis!!!”).



Como todos los anteriores, tampoco ellos habían intentado hacer la ruta, por lo tanto hablaban de los peligros insalvables de una aventura que no conocían por si mismos, y nuevamente decidimos fiarnos de nuestro instinto y de las recomendaciones de los numerosos websites que hablaban de la ruta sin mencionar en ningún momento que fuera ni tan complicada ni tan peligrosa como todo el mundo se empeñaba en hacernos creer.

Ellos nos explicaron que los números en el mapa (del 1 al 24) coincidían con los postes de madera a lo largo del camino, colocados cada 400 metros, de manera que a lo largo de la ruta, podíamos saber en que punto nos encontrábamos, y también como íbamos de tiempo, porque teníamos referencias temporales de los distintos tramos en el mapa.

El camino empezó a hacerse considerablemente mas empinado y estrecho, pero contábamos con la ayuda de cuerdas preparadas por nuestros precursores para aliviar la dificultad en los tramos complicados. No os vayáis a pensar que anduve escalando paredes verticales, ni nada parecido, pero si había sitios en los que el acceso sin cuerdas hubiera sido más bien difícil, por ejemplo este río, el primero de la serie de 5 que cruzamos (sin contar los innumerables torrentes, corrientes y riachuelos, poblados de mosquitos y sanguijuelas)

Y donde no había cuerdas, siempre teníamos alguna raíz o liana para hacer un poco el Tarzan.



En el poste numero 5 hicimos una breve parada de avituallamiento, sobre todo para beber un poco, porque en ese momento el sol apretaba con fuerza y estábamos sudando a chorros. Al llegar a ese punto íbamos muy bien de tiempo, incluso prácticamente habíamos recuperado la media hora de retraso con la que habíamos comenzado (las referencias del mapa presuponían que se empezaba con el primer barco, el de las 8.30).



A las 12.30 llegamos al punto de no retorno: llevábamos 3 horas andando y era el momento para decidir si seguíamos hasta el final, o desandábamos lo andado para volver al embarcadero a tiempo para el último barco.

Como os podéis imaginar, decidimos seguir hasta el final con todas las consecuencias. Hasta el momento, la ruta no era ni mucho menos tan complicada como nos habían advertido, el tiempo era bueno, físicamente estábamos bien (aunque he de reconocer que a mi me entro la pájara un rato antes, y especialmente mi rodilla izquierda parecía no querer continuar, aunque se me paso enseguida después de un buen trago de agua y una barra de chocolate en la segunda mini parada que hicimos) y anímicamente estábamos mucho mas fuertes aun.

Poco después nos encontramos con el primer obstáculo digno de consideración, la confluencia de dos ríos que teníamos que cruzar, y en los que no había ninguna cuerda a la vista. Al otro lado veíamos uno de los lazos rojos atados a un árbol para marcar el camino, así que sabíamos en que dirección cruzar, pero por supuesto no era la mas fácil desde el punto de vista practico, ya que la corriente era fuerte y las piedras resbaladizas. No era profundo, pero si lo suficiente como para tener que quitarnos las botas, con lo que el riesgo de resbalar, aumentaba claramente.



En cualquier caso, no había opción, teníamos que cruzar el río si o si, porque como os decía, ya no podíamos volver atrás, así que nos atamos las botas al cuello, y nos pusimos a la tarea. Alena lo cruzo sin problemas, de algo le ha valido ese entrenamiento bestial de Aikido para controlar su equilibrio. Yo en cambio aun no domino los músculos de mi tripa lo suficiente (por mas que las clases de Yoga me hayan enseñado el camino para conseguirlo), y me pegue un buen chapuzón al resbalar en una piedra. Como consecuencia, los pantalones acabaron chorreando, y la cámara que llevaba colgando de su funda en el cinturón, también se mojó. Si os digo la verdad, mi mayor preocupación era la cámara, pero gracias a Dios solo se humedeció un poco, la seque inmediatamente y parece no haber sufrido demasiado las consecuencias del baño.

Por suerte, Alena llevaba unos pantalones extra en su maxi mochila, así que me cambie, colgué los míos de mi mochila y seguimos el curso del río a través de las rocas.


Quizás no lo parezca en la foto, pero lo cierto es que las rocas eran infranqueables: demasiado grandes y resbaladizas para poder traspasarlas con el equipo que llevábamos, y después de intentarlo por todos los puntos que nos parecían posibles, comprendimos que era imposible, y que teníamos que buscar alguna ruta alternativa. Pero como sabéis, Dios aprieta, pero no ahoga, y después de un rato encontramos la ruta verdadera, varios metros sobre nuestras cabezas, paralela al curso del río. 2 cuerdas estratégicamente colgadas y que no habíamos visto en el primer momento, nos permitieron acceder al camino de nuevo.

Esta fue la única vez que nos “perdimos” en todo el camino, que por lo demás estuvo razonablemente bien señalizado, especialmente gracias a las cintas rojas atadas por otros caminantes en los lugares que podían resultar mas confusos.

Entre el remojón y demás, perdimos cerca de una hora, con lo que a partir de ahí, nos tocaba acelerar el paso y minimizar las paradas, para conseguir salir de la selva antes de que anocheciera. Por ese motivo, no tengo más fotos del resto de la ruta hasta que llegamos al final.
Os contare que un rato después tuvimos un chaparrón que nos dejo caladas en 5 minutos, aunque como las dos nos caímos varias veces en alguno de los sucesivos ríos que cruzamos, no estaba muy claro que es lo que nos mantenía mojadas todo el tiempo, si la lluvia, el sudor o el agua de los ríos… De todos modos, lo peor de la lluvia no era el mojarnos (ya os digo que hubo otras opciones para conseguir el mismo fin), si no que el camino se embarraba aun mas, y era difícil ver la senda y seguir la ruta, pero por fortuna la lluvia duro solo unos 20-30 minutos.

Cruzar los ríos era lo que más nos retrasaba. Por un lado, quitarse y ponerse las botas, buscar las piedras o troncos idóneos y secarnos después de los inevitables chapuzones (cuando era una era la otra). Pero por otro lado teníamos que lidiar con una segunda pega: las sanguijuelas, que se cebaron principalmente con Alena (yo tuve que deshacerme de algunas también, pero pegadas a mis calcetines, botas o pantalones, no a la piel). Mientras a mi me atacaban los mosquitos, las sanguijuelas preferían los pies y las manos de Alena, pero pronto descubrimos lo efectiva que es la sal con estas inmundas criaturas. Ya sabíamos que encontraríamos sanguijuelas, y habíamos leído que teníamos que llevar un salero para deshacernos de ellas, así que cuando Alena encontró la primera en su mano después de un traspiés en el tercer río (yo ya estaba al otro lado del río y no podía ayudarle), sacó el salero, echó una generosa cantidad sobre el bichejo y sacudiendo la mano sin intentar arrancarlo, se desprendió de el en solo unos segundos. A partir de ese momento, repetimos la operación en varias ocasiones, porque en cada río salíamos acompañadas de varias…

Y así, entre sanguijuelas, caminos embarrados cada vez mas estrechos y paisajes preciosos, finalmente llegamos al camino forestal exactamente a las 7.15, unos minutos antes de que anocheciera definitivamente. Just in time!



Aquí os pongo el documento fotográfico de esta highlight de las vacaciones en Iriomote. Tómese como prueba documental más que artística. No creo haber estado mas sucia y desastrosa en mi vida! Pero os aseguro que disfrute del momento como una cría chica (sobre todo por el placer de sentarme durante 15 minutos, después de no parar en todo el día…)


Por supuesto, no había cobertura para el móvil en ese punto, así que de nuevo, no nos quedaba mas remedio que continuar caminando los 7.5 Km que quedaban hasta la parada del autobús, aunque esto ya era un juego de niños, incluso de noche, porque el camino de grava blanca era perfectamente visible a la luz de la luna llena, y casi perfectamente llano, así que nos lo tomamos como un paseo. Por otro lado, teníamos el ego subido al quinto piso, como os podéis imaginar, así que el camino forestal no suponía ningún reto, incluso después de las horas de caminata que llevábamos encima.
Además, en cuanto anocheció del todo, comprobamos que los árboles que flanqueaban el camino, estaban poblados de infinidad de luciérnagas, que iluminaban el bosque como si fueran luces de Navidad intermitentes en mitad de la noche.
A ratos tuvimos una lluvia fina poco persistente, y ya llegando al pueblo empezaron los relámpagos y los truenos, que presagiaban algo gordo pero que a esas alturas, ya no nos preocupaba. A eso de las 9 estábamos ya en el pueblo, frente a la escuela primaria de Otomi-Ohara, el triunfal punto final de la ruta.



Desde ahí llamamos al taxi que nos llevo de vuelta al albergue. Ya en camino llamamos para decir que íbamos para allá, y a la dueña del albergue, una señora encantadora, por cierto, le dimos la alegría del día, porque esta esperando la llamada como agua de Mayo. De hecho, en cuanto descolgó pregunto por mi, antes de darme tiempo a abrir la boca, “Carmen san desuka?????” (“eres Carmen???”).Le explique que íbamos en taxi camino del albergue, que estábamos bien y que no había habido ningún problema. Al llegar, nos esperaba todo el mundo con los brazos abiertos, incluso los huéspedes que habían llegado durante el día a los que aun no habíamos conocido. Se habían pasado la tarde rezando por nosotras (o lo que sea que hagan), preocupados por nuestro destino al ver que no habíamos vuelto con el ultimo barco.
Al parecer, en la zona norte de la isla, estuvo lloviendo todo el día, así que aunque para nosotras fue distinto, ellos no lo sabían, y pensaban que estábamos cruzando las montañas en mitad de la tormenta.
Lo cierto es que a los 15 minutos de subir al taxi, descargó un diluvio increíble, que si nos llega a pillar andando, incluso en el camino forestal, hubiera sido terrible, pero Kamisama* vino con nosotras todo el camino, y no permitió que tal cosa pasara.
En un momento nos convertimos en heroínas locales, aunque la verdad es que la aventura no fue ni muchísimo menos para tanto. Tuvo sus momentos durillos, pero para nada era lo que nos habían contados los que intentaban hacernos cambiar de idea (sin haberlo hecho por si mismos, claro).


*神様: Dios

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